En el profundo azul de la creación, se despliega la majestuosidad de "Oda al Mar", un díptico que captura la esencia del océano en todo su esplendor y misterio. Estos dos cuadros, con su intrincada mezcla de colores y formas fluidas, son una ventana a la vastedad y al dinamismo del mundo marino.

A la izquierda, el cuadro revela un torbellino hipnótico, donde las olas parecen cobrar vida en una danza interminable de azul, verde y dorado. Es un remolino de energía y movimiento, que nos invita a sumergirnos en su caos organizado y a dejarnos llevar por la corriente. Cada trazo evoca la fuerza indomable del mar, recordándonos su poder para esculpir costas y moldear destinos.

A la derecha, el cuadro nos presenta una escena de serenidad y ensueño. Aquí, las aguas se despliegan en cascadas suaves, llenas de matices que van desde el azul profundo hasta el blanco perlado, pasando por tonos de verde y naranja. Es un refugio de calma en medio del movimiento constante, una representación de los momentos de paz que se encuentran en lo más profundo del océano.

Juntos, estos cuadros forman "Oda al Mar", una obra que nos habla de la dualidad del mar: su capacidad para ser tanto un remolino caótico como un remanso de paz. Acompañados por la suave luz de una vela, estos cuadros nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo y el flujo incesante de la vida. Nos transportan a un lugar donde el alma puede navegar sin rumbo, dejando que las corrientes de eternidad guíen nuestros pensamientos y sueños hacia horizontes desconocidos.